miércoles, 1 de abril de 2015

La marcha verde


“Pues verá Míster, no corro porque correr es de cobardes…”

  (Rogelio, jugador legendario del Betis  desde 1962 a 1978, metió diez goles olímpicos)


Decía el gran Juan Bonilla, que “los domingos matan más personas que las bombas”; y es que el aburrimiento es una de las peores enfermedades del hombre contemporáneo, por ese ingrediente fatal que tiene de dejar desocupadas las cabezas cuando pocos son los privilegiados capaces de soportarlo.

Pero no se preocupen, que para  garantizar nuestro sagrado equilibrio y  canalizar ese punto fundamental de locura que se recomienda y debe ser consustancial al ser humano, los dioses inventaron, entre otras pasiones: el fútbol y la literatura.

Nos hacemos aficionados – eso que los ingleses llaman tan precisamente supporters por su sádica combinación de disfrute y aguante-, y el fútbol es la afición española por excelencia junto a la envidia y la crítica, por esa fórmula magistral de locura e inteligencia antibiótica del tedio.

Un nostálgico Goethe decía que “hasta una sucesión de días hermosos puede llegar a ser aburrida…”. Y es que el fútbol es como la caza (la otra gran afición del ser humano en sus distintas variantes…): a cazar uno va a ganar, pero lo bueno es que si uno ni caza ni gana no se viene abajo, sino que la afición aumenta.

Pero no nos pongamos estupendos y díganme: ¿qué equipo español ha sido el único en ganar 5-0 al Bayern de Munich, ha sido campeón en todas las categorías y ha sido el primero en ganar la Copa del Rey?

Pues, obviamente, el mismo que ha sido declarado por el sanedrín popular como el equipo más literario de la historia del fútbol, por aquello de que su once titular comenzaba por Cervantes y acababa por Calderón, o el más competitivo (ríanse de las dificultades de Illarramendi para entrar en el 11 titular del Real Madrid) por lo otro de que tuvieron que renunciar a fichar a Maradona a favor de su enemigo íntimo porque: “con García Soriano, López, Eulate, Cardeñosa y Benítez, ¿a quién iban a sentar para poner al pelusa?”.

Por eso de que la felicidad cuando se convierte en otra manera de aburrimiento deja de ser felicidad,  muchos nos consolamos diciendo que nos gustan  los equipos imperfectos, así como nosotros, con lunares, estrías, pero reyes magos de la simpatía, que montan la procesión del silencio cuando pierden, que se miran aliviados resoplando cuando ganan sin haber dado una a derechas, que meten el dedo en el ojo al eterno rival cuando en el fondo no pueden ni quieren vivir sin él…

Los equipos capaces de montar una marcha de 30.000 aficionados hasta el pueblo de al lado para ver un partido… como hizo el Betis aquel 19 de marzo de 1952 tras siete años como siete plagas en el pozo de tercera, peregrinando a Utrera  30.000 y metiendo 15.000 en un campo en el que sólo cabían 7.000… hasta el punto de que según la leyenda- aún hoy no desmentida-, allí se cuentan los años a razón de A.B y D.B… osease antes del Betis  o después del Betis según efeméride…

En fin, que algo tendrán esos conjuntos, aparte de guasa no exenta de mal café, con aficionados que, en el lecho de muerte, son capaces de pedir que les hagan del Sevilla por aquello de que no muera un bético (y/o que muera un sevillista…, que de todo tiene que haber en la viña del Señor) o de ponerse tan profundos y senequistas como para afirmar imperturbables que: las ideas pasan pero el Betis permanece.

Por  todo ello y porque me apetece les voy a recomendar, por encima de colores (aunque muchos béticos verdolagas ya se han encargado de recomendárselo con más guasa que otra cosa, a sus vecinos sevillistas palanganeros) el pequeño librito del escritor sevillano Antonio Hernández  Betis: La Marcha verde (1987, reeditado por Algaida en 2008 : El Betis la marcha verde y otros cuentos de fútbol), libro divertido, chocarrero y deliberadamente parcial de un beticista de pro, pero que por encima de filias y fobias es una radiografía novelada de este bendito invento tan divertido y tan humano, demasiado humano que diría Nietzsche, llamado fútbol.

Artículo escrito por: Carlos Rodrigo

0 comentarios:

Publicar un comentario