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jueves, 1 de enero de 2015

La maldición de los nacionalizados


“Pero allá donde voy me llaman el extranjero…”. Bien valdría este estribillo de una canción de Enrique Bunbury para reflejar un debate que se ha instalado en los últimos meses en el balompié patrio. La posibilidad de llevar al Mundial a Diego Costa, jugador nacido en la localidad brasileña de Lagarto, hizo que la Federación se pusiera manos a la obra para intentar que el delantero que defendía los colores del Atlético de Madrid se enfundara la roja. Hasta la fecha, la apuesta no ha tenido los resultados deseados.

Unos meses después del fiasco mundialista, una lesión del propio Diego Costa ha servido para recuperar del olvido este debate. La razón se llama Munir El Haddadi, un delantero convertido en la sensación del inicio liguero y que tenía la oportunidad de defender los colores de Marruecos. Ante la duda, Vicente Del Bosque ha optado por convocarle cuanto antes con la selección absoluta, unas prisas que han originado críticas desde algunos sectores.

A la espera de saber si el esfuerzo por el jugador de El Escorial ha merecido la pena, lo cierto es que Munir no parece haber llegado a la ‘Roja’ en el mejor escenario posible. Su inesperada llegada hará que muchos miren su rendimiento con lupa y, además, el jugador deberá lidiar con una especie de leyenda negra que persigue a los futbolistas nacionalizados. Salvo alguna honrosa excepción como la de Marcos Senna, el rendimiento generalizado no ha acabado de ser positivo en lo que a los jugadores que, a pesar de nacer fuera de nuestras fronteras, decidieron vestir la roja por iniciativa propia.

Salvando las distancias, el caso de Munir recuerda al de Bojan Krkic. Al igual que la revelación de la presente temporada, Bojan se hizo un hueco en la primera plantilla del Barcelona a base de goles y descaro. Luis Aragonés se apresuró a convocarle para alejar los cantos de sirena que llegaban desde la federación serbia. Con la selección coronada como campeona de Europa en 2008, Bojan suponía un soplo de aire fresco y toda una apuesta de futuro. Sin embargo, casi sin llegar, el delantero de Linyola acabó yéndose de la absoluta.

Catanha, Donato, Pernía, Pier Luigi Cherubino, e incluso jugadores de tronío como Di Stéfano o Ladislao Kubala, parece complicado encontrar un jugador nacionalizado que haya tenido un rendimiento destacado con España. Otro de los que estaba llamado a romper esa racha es Thiago Alcántara, aunque el gafe también se fijó en el hijo de Mazinho en forma de lesión que le apartó del pasado Mundial.

Un gafe internacional
El consuelo que le queda a la selección española es que esta maldición no es exclusiva. Incluso la vigente campeona del mundo, Alemania, ha visto a lo largo de la historia cómo no siempre lo que se busca fuera del país asegura un buen rendimiento. Klose, Podolski e incluso Neuville (nacidos los dos primeros en la vecina Polonia y el tercero en Suiza) parecen ser las excepciones que confirman la regla.

Gerald Asamoah fue uno de los primeros futbolistas en exponer el mestizaje presente en el país germano. Nacido en Ghana, este rápido delantero llegó a formar parte de la lista de convocados nada menos que para dos Mundiales: el de 2002 y el de 2006. A pesar de haber defendido en 43 ocasiones la ‘mannschaft’, Asamoah fue, por desgracia, más protagonista por episodios racistas que por su aportación futbolística.

Durante su periplo en la selección, Asamoah llegó a coincidir con dos jugadores que estaban llamados a dotar de goles al rodillo germano. A pesar de haber nacido en Brasil, ni Cacau ni Kevin Kuranyi lograron trasladar a la selección su buena reputación en la Bundesliga.

Casos como estos demuestran que las nacionalizaciones de jugadores no son siempre garantía de éxito.

Artículo escrito por: @franciscoquiros