miércoles, 1 de abril de 2015

Platko: Poesía y tango


Franz Platko: Budapest 1898, Santiago de Chile 1983, portero y entrenador húngaro. Destacó con la selección húngara y como guardameta del FC Barcelona, como técnico hizo tres veces campeón al Colo-Colo, de Chile.

Rafael Alberti Merel: El Puerto de Santa María 1902-1999, poeta y miembro de la Generación del 27. Está considerado uno de los mejores poetas españoles de la Edad de Plata de la Literatura Española junto a Lorca y Aleixandre.

El 20 de mayo de 1938, Jose María Cossío (escritor y académico vallisoletano recordado principalmente por su enciclopedia taurina), invitó a Rafael Alberti, de quien por entonces era su editor, a Los Campos de Sport del Sardinero de Santander, a una final de Copa de España que duraría tres partidos (ya que entonces no existían las ahora tan denostadas tandas de penaltis) entre el F.C. Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián.

Alberti, que andaba con depre poética (agujero de oscuridad, bracear agónico en busca de una salida a la superficie habitada, al puro aire de la vida… Escribiría recordando esos días en sus memorias La Arboleda perdida) mientras buceaba en lo que sería su poemario Sobre los Ángeles, acompañó al Sardinero a su editor, con el que estaba pasando unos días en su casa montañesa de Tudanca. De esos días y de esa tarde de fútbol, nacería el posiblemente más famoso poema de la historia del fútbol: Oda a Platko.

Ya el sábado 19, automóviles de todas las regiones de España se acercaron a Santander, junto a trenes y autocares que llegados las primeras horas del sábado 20, hicieron que a media mañana ya no quedaran entradas para el match. A las cuatro y veinte de la tarde de aquel domingo, por lo caluroso, de verano, el árbitro Vallana (auxiliado en las bandas por Martín y Serrano) pitó el principio de la final de Copa, tras el intercambio protocolario de saludos y ramos de flores.

Durante el partido primó la lucha y la emoción sobre un pobre juego; el entusiasmo de los donostiarras fue neutralizado por la experiencia de los blaugranas, resultando una contienda equilibrada, algo que solía ser muy habitual en aquellos concursos regionales.

Tras un comienzo titubeante, Marculeta (el mejor del partido, todo hay que decirlo) estuvo a punto de marcar un goal a Platko, que atajó con, como sibilinamente un cronista denominó, peculiar seguridad, evitando que se abriera el marcador.

Pero en el minuto 32 Cholín, decidido y enormemente valiente, lanzó una formidable patada que en vez de impactar en el esférico, fue a estamparse contra la cabeza del cancerbero húngaro Platko, de la que empezó a manar abundantísima sangre. Retirado del césped el oso rubio, se reanudó el partido, sustituyendo al herido el jugador de campo Arocha (que también hay que decirlo hizo un par de intervenciones de mérito).

En aquellos momentos de incertidumbre surgió la figura del mago Samitier, que hilvanó momentos brillantísimos de juego hasta que también tuvo que retirarse lesionado, dando principio a los peores momentos del un Barcelona disminuido que tuvo que recurrir al juego duro para sobrevivir.

Ya comenzada la segunda parte Platko, sus seis puntos de sutura y Samitier vuelven al terreno de juego, ambos con la cabeza vendada, para euforia de sus aficionados, que tornarían en éxtasis cuando el propio Samitier perforó la meta de un desolado Izaguirre, tras pase medido de Sastre, a los 10 minutos del segundo tiempo.

Tras varios incidentes, lluvia torrencial incluida, dura patada de Samitier a Arrillaga, choque de Cholín con Platko en el que el húngaro pierde la venda, y algún que otro altercado que hizo intervenir a la propia Guardia Civil para poner paz… Marculeta se hace dueño de un partido, en el que brillaría su inteligente energía en la distribución del juego y su serenidad, para destacar notablemente sobre el resto. Así llega el empate a 1 en el minuto 38 obra de Mariscal, tras shoot imparable, para alborozo de la hinchada realista (que fue mayoritaria en el partido).

Tras la prórroga, con reseñadas marrullerías y violencias barcelonistas, en la que el omnipresente Marculeta de un derechazo quitó el polvo al travesaño catalán, el partido finalmente acabó en tablas. La final se reanudaría el martes siguiente a las 11 de la mañana con las mismas alineaciones y la sensible baja de un vapuleado Platko al que sustituiría el meta catalán Llorens. Pero esa es ya otra historia.

Rafael Alberti
Un algo menos sosegado Alberti recordaba épicamente el encuentro: “Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. La violencia por parte de los vascos era inusitada. Platko, un gigantesco guardameta húngaro, defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de guardia civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido tan furiosamente por los del Real(sic) que quedó ensangrentado, sin sentido, a pocos metros de su puesto, pero con el balón entre los brazos. En medio de ovaciones y gritos de protesta, fue levantado en hombros por los suyos y sacado del campo, cundiendo el desánimo entre sus filas al ser sustituido por otro. Mas cuando el partido estaba tocando a su fin, reapareció, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar. A los pocos segundos, el gol de la victoria penetró en el arco del Real, que abandonó la cancha entre la ira de muchos y los desilusionados aplausos de sus partidarios.”.

Hay que aclarar, como hemos visto, que el partido acabó empate a 1, lo cual no quita un ápice al hermoso poema.

Sirva como cierre que Platko tuvo una larga y fructífera carrera como jugador 1914-1933 (Vas-és Fémmunkások, WAC Viena, Middlesbrough F. C., Sparta de Praga, MTK Budapest F. C., Basel) y entrenador 1933-1965 (Basel. Mulhouse, Barcelona, Arsenal, Colo- Colo, River Plate, Selección de fútbol de Estados Unidos, Valladolid entre otros).

Como curiosidad decir que en ese partido hubo un tercer ilustre, el gran Carlos Gardel, que no dudó en remedar su tango Patadura para meter en la letra a Piera, Sastre, Zamora, Samitier y Platko, y del que transcribo (como aperitivo de la Oda) estos impagables versos en los que pueden sustituir las palabra chingás por fracasaste y chambón por fracasado o chapucero para su mejor comprensión y deleite.

Chingás a la pelota,
Chingás en el cariño,
El corazón de Platko
Te falta, ché, chambón.
Pateando a la ventura
No se consiguen goles;
Con juego y picardía
Se altera el marcador

Carlos Gardel

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Oda a Platko

Ni el mar,

que frente a ti saltaba sin poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.

Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.

No nadie, nadie, nadie.

Camisetas azules y blancas, sobre el aire.

Camisetas reales,

contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.

Platko, Platko lejano,

rubio Platko tronchado,

tigre ardiente en la yerba de otro país.


¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,


llave áurea caída ante el pórtico áureo !

No nadie, nadie, nadie,

nadie se olvida, Platko.

Volvió su espalda al cielo.

Camisetas azules y granas flamearon,

apagadas sin viento.

El mar, vueltos los ojos,

se tumbó y nada dijo.


Sangrando en los ojales,

sangrando por ti, Platko,

por ti, sangre de Hungría,

sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto

temieron las insignias.

No nadie, Platko, nadie,


nadie se olvida.

Fue la vuelta del mar.

Fueron diez rápidas banderas


incendiadas sin freno.

Fue la vuelta del viento.

La vuelta al corazón de la esperanza.

Fue tu vuelta.

Azul heroico y grana,

mando el aire en las venas.

Alas, alas celestes y blancas,

rotas alas, combatidas, sin plumas,

escalaron la yerba.

Y el aire tuvo piernas,

tronco, brazos, cabeza.


¡Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría!

Y en tu honor, por tu vuelta,

porque volviste el pulso perdido a la pelea,

en el arco contrario al viento abrió una brecha.

Nadie, nadie se olvida.


El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.

Las insignias.

Las doradas insignias, flores de los ojales,

cerradas, por ti abiertas.

No nadie, nadie, nadie,

nadie se olvida, Platko.

Ni el final: tu salida,

oso rubio de sangre,


desmayada bandera en hombros por el campo.

¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !

¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?

Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Rafael Alberti

Carlos Rodrigo

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