domingo, 19 de abril de 2015

La ética y el fútbol

Desde la FIFA y la UEFA, así como desde la Federación Española de Fútbol, e incluso desde los clubes y los medios de comunicación, nos llegan continuamente mensajes connotativos relativos a comportamiento éticos. Pero, ¿hay ética en el fútbol actual?

¿Está manchado el fútbol español? Foto: eurosport.com
La Ética se define como la “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”, y también como el “Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana”. Dicho de otra forma, es la “Disciplina filosófica que estudia el bien y el mal, su relación con la conducta humana, sus formas y manifestaciones, y el conocimiento que tenemos de ellos”.

Ni que decir tiene que en todo ámbito humano hay una esfera de conductas que son sancionadas por las ideas filosóficas o morales, en su acepción más genérica, sin pasar a las normas institucionalizadas, sino que se quedan en el plano de la costumbre o de los “usos sociales”. Y hay otra esfera de conductas, compartiendo campos coincidentes o tangentes, que están reguladas y sancionadas por normas emanadas de un poder político, jurídico o institucionalizado y que han sido amparadas por el uso regulado de la fuerza. Estas normas, a menudo contienen una base ética; o por mejor decir, tienen un contenido no puramente instrumental o procedimental, y se refieren también a conductas que se consideran “buenas” o “malas” para el ser humano y/o la sociedad.

También en el fútbol hay una ética, no sólo la que se refleja y contiene en los usos sociales (que podríamos identificar con la “moral social” o “dominante”), sino también la que está inserta en las normas jurídicas. Leyes, reglamentos, órdenes, decretos, resoluciones, sentencias... se convierten así en el vehículo (y quizás para muchos en la fuente) de unas valoraciones morales o ideológicas de las conductas humanas en general, y deportivas, en particular.

Las normas éticas del fútbol
Principios de conducta recomendados o reglamentados para los que trabajan y actúan en el mundo del fútbol profesional están recogidos en varios documentos internacionales, como es el Código Ético de la FIFA, aprobado por el Comité Ejecutivo el 6 de octubre de 2004; y nacionales, como el Código Ético de la RFEF, aprobado por la Comisión Delegada de la Asamblea General de la RFEF, el 28 de enero de 2015, y que define los valores esenciales de comportamiento y conducta en el seno de la RFEF. Deberíamos añadir la Carta Olímpica, como ejemplo egregio de valores éticos en el ámbito del deporte, que en su Preámbulo “propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”.

No son éstas las únicas normas que inciden en esta cuestión. Hay otras que, aun no teniendo como único objeto la práctica del deporte en general o del fútbol en particular, contienen preceptos sobre conductas que tienen su causa o su consecuencia en el ámbito del balompié. Así, el Código Penal, que recoge normas sobre lesiones (que también pueden darse en actividades deportivas y que serán punibles en determinados casos, aunque no es lo habitual), y regulaciones sobre corrupción en los negocios, o sobre defraudaciones, etc.

No termina aquí la lista de normas que pueden afectar tanto a los profesionales como a los aficionados al fútbol, especialmente dentro de las instalaciones deportivas y con ocasión de los partidos oficiales. Las Comunidades Autónomas han dictado numerosas leyes para promover y regular la práctica del deporte en sociedad, la fundación de clubes y asociaciones, el funcionamiento de los campeonatos, etc. Los Ayuntamientos han dictado ordenanzas y bandos. Los Patronatos regulan los horarios y los derechos de los usuarios de las instalaciones. Hasta los propios clubes y asociaciones privadas establecen reglamentos internos de funcionamiento, que a menudo contienen rigurosas sanciones para quienes los incumplen, no sólo para los socios, sino también para los propios deportistas.

Estamos rodeados de normas. Nuestra vida es una complicada estación de trenes donde innumerables raíles, que son las normas, nos conducen hacia destinos conocidos o desconocidos, sin que podamos evitarlo, salvo que estemos dispuestos a descarrilar. Y muchas de ellas son normas de contenido ético: juego limpio, no hacer trampas, respeto al adversario, respeto a la autoridad, orden y decencia en el vocabulario, lucha contra el racismo, etc.

Los problemas
Aun así, los peores males del fútbol actual no están dentro del terreno de juego ni en las gradas. Están en los despachos. Éste es un ámbito que los reglamentos de los clubes, las regulaciones de las federaciones, las ordenanzas de los Ayuntamientos o los decretos de las Comunidades Autónomas pocas veces contemplan ni prevén. Lo hemos visto hace poco con la investigación llevada a cabo a multitud de jugadores y directivos de varios clubes importantes de España en relación con varios partidos “sospechosos” de temporadas anteriores.

¿Está manchado el fútbol español? Es como las meigas: nadie las ha visto, pero haberlas, haylas. No tenemos pruebas, al menos por ahora, pero todos los aficionados, y hasta los propios profesionales (al menos algunos), llevan años sospechando de las competiciones, de los jugadores, de los directivos, de los árbitros, de los resultados de algunos partidos, de las decisiones de los comités o de los tribunales deportivos. Sin pruebas no hay acusación, pero el periodista tiene la obligación de dudar y de exponer las dudas de los demás como un hecho.

¿Está sucio todo el fútbol español? Desde luego que no. Hay gente leal, honesta, trabajadora, legal. Es la mayoría de la gente. Es lo “normal”... Pero eso no significa que no haya manzanas podridas, como en casi cualquier ámbito de la vida humana. Incluso se podría decir sin miedo al error que aquí son más abundantes que en otros ámbitos. ¿Por qué? Porque el fútbol ha sido y es un mundo opaco, resistente a la investigación; de lealtades ocultas y de cuchillos bajo la manga; de pasiones, de filias y fobias duraderas; de intereses económicos y reacciones populares desproporcionadas; de gran presión mediática. Es una picadora de carne humana. Es la rueda de la fortuna girando a gran velocidad. El éxito dura dos fines de semana y no hay memoria. La presión por vencer es brutal, y eso obliga a inversiones antieconómicas que buscan aplacar a un monstruo de mil cabezas sin nombre. Las diferencias económicas entre unos clubes y otros, entre unas divisiones y otras, entre unas competiciones y otras, son tremendas. La influencia que se alcanza desde la plataforma del fútbol, impagable. Todo ello hace que ciertas personas se sientan tentadas de buscar “soluciones fáciles”.

Ahora la Justicia investiga la compra de algún partido y ha llegado a tomar declaración a muchos futbolistas, a directivos y a personas relacionadas. Pero los rumores han sido constantes en la historia del fútbol español. Algunos claramente tendenciosos. Otros algo más verosímiles... Pero parece que ha llegado el momento histórico en que los poderes públicos han decidido intervenir. ¿Cuántos escándalos veremos salir a la palestra a partir de ahora? Sospechamos que habrá más.

¿Qué se puede hacer?
Toca a los medios de comunicación estar de parte de la legalidad, la igualdad y la justicia. Toca despojarse de colores y banderas. Toca reconocer los errores de quienes escribimos y opinamos, y a veces sumamos factores que tienden a crear este clima de estrés infinito que está en la base de un sistema montado para triunfar o morir. Toca dar la cara, encender las luces, hacer las preguntas exactas y valientes... A los medios de comunicación nos toca una responsabilidad también grande, para que la limpieza de las competiciones sea no sólo real, sino también evidente (recuérdese a la mujer del César...). 

La primera labor se debe hacer en las familias, en las escuelas, en los clubes de base, en las asociaciones y federaciones. Inculcar los valores éticos deportivos: respeto al contrario, igualdad y no discriminación, cumplimiento de las normas, deportividad en la victoria y en la derrota, la cultura del esfuerzo, la superación personal...

Y detrás, nosotros, los medios. ¡Hay mucha labor que hacer desde los medios y a menudo olvidamos nuestro papel! Alabar al tramposo (al “listo”, se dice en el fútbol), menospreciar al contrario, “manipular” (llámese como se quiera) la información que se saca a la luz en función de colores o gustos, presionar a los árbitros, etc. Es mucho lo que se debe evitar. Mucho lo que se debe cuidar. Si queremos una sociedad mejor, si queremos un deporte mejor, si queremos que nuestros hijos sigan teniendo ilusión por jugar al fútbol... hay que empezar hoy.

Jaime Árias

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