lunes, 4 de mayo de 2015

El largo vuelo del Gran Torino (y 3ª parte)


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Primera parte "El vuelo del Gran Torino" Segunda parte "El vuelo del Gran Torino"


La tarde del 3 de mayo de 1949, la plantilla casi al completo del equipo que desde hacía tiempo se venía conociendo como “Il Grande Torino” se encuentra en Lisboa para disputar un partido de carácter amistoso contra el Benfica, en homenaje al capitán del club portugués, Francisco “Xico” Ferreira. Cuando los jugadores saltan al terreno de juego, nada hace pensar que ésta va a ser la última vez que los hombres del Toro vistan los colores granates de la entidad, ya que en menos de veinticuatro horas la historia de este equipo de ensueño habrá terminado para siempre.


Los capitanes Mazzola y Ferreira se saludan antes del partido

Para la ocasión, los jugadores benfiquistas lucirán equitación blanca, debido a la similitud en los colores de su vestimenta habitual con la de sus visitantes, y en deferencia a estos. Henry Pierce será el colegiado inglés encargado de dirigir el match, cuyos primeros diez minutos permitieron disfrutar a los espectadores del juego más vibrante y maravilloso de los italianos, con gol del capitán Mazzola incluido, lo que hacía pensar en una amplia victoria de los turineses. Sin embargo, el estado del propio Mazzola, que venía aquejado de gripe y sale a jugar con unas décimas de fiebre, y la lesión del delantero centro Gabetto, a los veinticinco minutos de partido, propiciaron que el conjunto local terminara haciéndose con el dominio del encuentro. Así, el Benfica, que había desplegado un gran juego y había sabido superar a su rival, terminó resultando vencedor de la contienda, al imponerse por 4 goles a 3 a la genial escuadra granate.



Una instantánea del encuentro
A pesar del carácter amistoso del partido, los jugadores del Torino quedaron verdaderamente apesadumbrados por la derrota tras finalizar el match. Tal vez algo en su interior les estaba diciendo que acababan de jugar el último encuentro de su vida. Por parte del Benfica, la alegría inicial que había supuesto vencer al equipo más grande de la época, sólo unas horas después se iba a convertir en desolación, pues ésta iba a terminar por ser la victoria más amarga de toda su historia. 

La Tragedia de Superga
La mañana siguiente a la disputa del partido contra el Benfica, la expedición del Torino parte de regreso en el avión Fiat G.212 CP de la Avio Linea Italiane, que debía traerles de regreso a casa. Tras una breve escala en Barcelona, la aeronave continúa su vuelo hacia Turín. Por aquel entonces, el aeropuerto turinés se encontraba en el centro de la ciudad, lo que hacía preciso sobrevolar la colina de Superga para acceder al mismo.

La niebla que cubría el cielo y los alrededores de Turín aquella fatídica tarde del 4 de mayo era espesísima. El comandante Meroni, a los mandos del avión, iba siguiendo las indicaciones que desde tierra le iban llegando, pues tenía que pilotar prácticamente a ciegas. Pero nada pudo hacer cuando la colina se le vino encima.

A las 17:03 horas exactamente, un fuerte estruendo hizo que temblaran hasta los cimientos de la basílica situada en la cumbre de Superga. El planeador acababa de impactar contra la parte posterior del muro que rodea el recinto. Inmediatamente acuden el capellán y un hortelano que andaba por las inmediaciones. El panorama que se encuentran es desolador: el avión prácticamente se ha desintegrado y nadie ha sobrevivido a la catástrofe… jugadores, técnicos y directivos del club, periodistas, tripulación… todos han muerto.


La prensa lisboeta se hace eco de la noticia

Curiosamente, en la basílica de Superga hay enterrados dieciocho reyes de la dinastía Saboya, como dieciocho es el número de jugadores de la plantilla del Torino que allí pierden la vida.

Los futbolistas y directivos del Milan, que esa misma tarde se encuentran disputando un encuentro amistoso contra el Real Madrid, en Chamartín, se enteraron esa misma noche del fatal acontecimiento cuando, mientras se encontraban disfrutando de una cena ofrecida por la directiva madridista, entró en el salón el Secretario de la Federación Española de Fútbol, señor Cabot, para informarles del suceso. Inmediatamente, la expedición milanesa se retiró a su hotel en señal de duelo. Los billetes de avión que ya tenían para emprender el viaje de regreso a Italia al día siguiente, serán finalmente deshechados, partiendo de vuelta a la noche siguiente en tren.

El día posterior a la catástrofe, las páginas de “El Mundo Deportivo” barajaban la posibilidad de que el capitán Mazzola hubiera abandonado el avión durante su escala en el aeropuerto del Prat para quedarse en Barcelona, por encontrarse enfermo, aunque desgraciadamente esto nunca llegó a ocurrir.

La tragedia propició en tan sólo unas horas la decisión unánime de todos los clubs de la Serie A italiana de otorgar el campeonato de Liga a título póstumo a los hombres del Torino, debido a los cinco puntos de ventaja que los granates sacaban a sus seguidores, a pesar de las jornadas que aún quedaban por disputarse.

Las calles de Turín jamás se habían visto tan abarrotadas como durante los funerales por los héroes del Toro. Más de un millón de personas de la propia localidad piamontesa, así como provenientes de otros puntos del país, acompañaron a los 31 féretros por las calles de la ciudad bajo un cielo lluvioso. Vittorio Marassi, Presidente de la Federación Italiana de Fútbol, anunciaba, durante el cortejo fúnebre en el Palacio Madama: “Mi querido capitán, aquí está vuestra Copa, ya la habíais ganado, el Toro vuelve a ser campeón…” y, a continuación, como si se dispusiera a recitar la alineación previa a un partido, empezó a nombrar uno por uno, empezando por “il capitano” Mazzola, a cada uno de los 18 jugadores siniestrados.


Portada de “La Gazzeta dello Sport”
Destrozado por lo sucedido, “Xico” Ferreira, el capitán del Benfica homenajeado, donó el equivalente entonces a unos 250 euros para las familias de los fallecidos. Además, en su sala de trofeos personal siempre permaneció una fotografía con marco negro del equipo turinés.

Los que no llegaron a viajar
Dentro de esta tragedia existen cuatro personajes que, por uno u otro motivo, no llegaron a formar parte de la expedición a Portugal, burlando así el fatídico destino que les esperaba. Son los que vienen a continuación, y así escaparon a su propia muerte,

Unos días antes de la partida del equipo hacia Lisboa, el club tenía casi cerrado el fichaje de un jugador que pocos años después se haría bien conocido por la afición española: el húngaro Ladislao Kubala. El jugador, que había sido invitado a viajar con el equipo para disputar el partido ante el Benfica, tuvo que renunciar casi en el último momento, al enterarse de que su familia había logrado escapar de Hungría, por lo que tuvo que declinar la oferta para marchar a Udine y reunirse con su mujer e hijos. Poco podía imaginar el joven delantero que este acontecimiento terminaría por salvarle la vida.

Renato Gandolfi, que era el segundo portero de la entidad, se enteró unos días antes de que no iba a participar en la expedición, noticia que acogió con desagrado. Aldo Ballarin había intercedido por su hermano Dino, tercer guardameta del equipo, para que éste pudiera viajar a Portugal, en compensación por sus esfuerzos en cada entrenamiento, a lo que el técnico, Egri Erbstein, accedió. Gandolfi no sabía que, de este modo, iba a esquivar la catástrofe que se cernía sobre sus compañeros.

Sauro Tomá había sido uno de los últimos en incorporarse a la plantilla del imbatible Torino. Contaba 23 años cuando este prometedor lateral izquierdo vio cumplido su sueño de codearse con las máximas figuras del panorama balompédico de su país. Molestias en el menisco aconsejaron que el joven jugador tuviera que renunciar a viajar a Lisboa con el resto de sus compañeros para quedarse en Turín y recuperarse lo antes posible. Este contratiempo supuso una gran desilusión para Tomá, que deseaba participar en la expedición, aunque no tuviera posibilidades de jugar. La fatídica tarde del 4 de mayo, cuando regresaba del Estadio Filadelfia de su entrenamiento en solitario, alrededor de una treintena de personas se agolpaban a las puertas de su domicilio para comunicarle la fatal noticia del accidente que acababa de costar la vida a sus compañeros.

Por último, el propio presidente de la entidad, Ferruccio Novo, que tenía pensado acompañar a sus hombres al evento lisboeta, también tuvo que desistir a última de participar en el viaje, aquejado de una gripe que terminaría por significar su salvación.

A esta lista hubiera podido agregarse el nombre de Valentino Mazzola, inmerso, al igual que su presidente, en un fuerte proceso gripal. Al magnífico jugador, que tan sólo hacía unos días se había casado con su segunda mujer, se le aconsejó no participar en el viaje. Sin embargo, el bravo capitán y máximo estandarte del equipo, se negó a dejar a sus compañeros. De este modo, Mazzola pasaría a engrosar el número de fallecidos en Superga. Lo que ese negro destino no iba a poder evitar es que años después sus hijos, Sandro y Ferruccio, pudieran seguir sus pasos y hacer carrera en el fútbol. Sobre todo, Sandro, el mayor, llegaría a ser una de las grandes estrellas del panorama futbolístico italiano en las décadas de 1960 y 1970, conquistándolo todo con el Inter de Milan de Luis Suárez y Helenio Herrera, y constituyéndose en pieza clave de la selección “azzurra” de aquellos años.

Partido de homenaje ante el River Plate de Alfredo Di Stéfano
A lo largo del siglo XX, fueron diversas las ocasiones en las que el pueblo argentino demostró un carácter tremendamente solidario allá donde pudiera servir de ayuda. Y como reflejo de ello, ni siquiera sus clubs deportivos se quedaban atrás. Así, cuando la noticia de la tragedia ocurrida en Italia llegó a tierras bonaerenses, la directiva del River Plate se ofreció inmediatamente para que el equipo viajara hasta Turín, sin cobrar siquiera los gastos del viaje, para jugar un encuentro solidario a beneficio de las familias de los fallecidos.

De este modo, el 26 de mayo, tan sólo veintidós días después de la catástrofe, el River Plate, con sus máximas figuras, como Carrizo, Di Stéfano o Labruna, se enfrenta en Turín a un combinado de jugadores de la Serie A italiana que, bajo el nombre de Torino Símbolo, jugaron uniformados con la equitación del Toro.

Entrada del partido de homenaje a los fallecidos en Superga

El partido tiene lugar en el Estadio Comunale, con más capacidad que el Filadelfia, y, a pesar del elevado precio de las localidades, las gradas muestran un lleno absoluto. El empate a dos goles con que finalizó el encuentro fue lo de menos. Lo realmente importante es que gracias al bello gesto de los argentinos, ambos clubs quedaron hermanados para siempre. Finalizada la contienda, los platenses hicieron entrega de una copa, con el nombre de su Primera Dama, Eva Duarte, al presidente turinés, Ferruccio Novo.


Alineación del River Plate que jugaría ante el Torino
El Torino jamás volvería a ser “Grande”, y por eso pesa aún más la leyenda de aquel equipo de ensueño que en la década de 1940 fue capaz de enamorar a toda una nación. En cuanto a la selección italiana, tardaría tiempo en recobrarse de la tragedia, como demuestra su discreta participación, con más pena que gloria, en el Campeonato del Mundo de 1950, en Brasil, a donde llegaron exhaustos por el largo viaje en barco, debido a la negativa de los jugadores a tomar un avión.

Para terminar, si has sido capaz de leer toda la historia hasta aquí, me gustaría pedirte algo: si alguna vez tienes ocasión de viajar a Turín, no dejes de pasarte una tarde por las inmediaciones de lo que aún queda del viejo Estadio Filadelfia, porque puedes tener la fortuna de ver, hacia el centro del campo, la figura de un rubio “capitano” subiéndose las mangas de su camiseta granate hasta encima de los codos, mientras a voz en grito arenga a sus compañeros: “¡Alé Toro!”.

Emi Negrillo

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