Xavi Hernández está disputando su última temporada como jugador del Barcelona. Al final del curso dejará la entidad, y parece ser que dará sus últimos coletazos en el extranjero (Qatar, USA,..).
En una reciente entrevista, declaró que le daba pena no haber podido
jugar dos años en el Athletic. Y yo pensé: “a mí también me da pena”.
Sabido es que el club rojiblanco tiene una política de jugar únicamente con
jugadores vascos. Hace años la regla se suavizó un poco y se estableció que
podían formar parte de la plantilla del primer equipo aquellos futbolistas que
fueran vascos o se hubieran formado en Euskadi.
¿Estoy
abogando por fichar jugadores extranjeros? No. No
lo hemos hecho nunca, y sería un error empezar con una práctica en la que no
tenemos ninguna experiencia. El Athletic tiene 8 títulos de Liga y 24 de Copa.
Y lo que es más importante aún, ha jugado todos los años en Primera, sin
descender nunca a Segunda. Solo el Real Madrid y el Barcelona pueden decir lo
mismo.
Y todos
esos éxitos se han basado en un modelo que tiene sus limitaciones (como no
poder traer jugadores de otros lugares), pero
que también tiene sus ventajas, como una implicación mayor de los futbolistas
con la entidad y un apoyo incondicional de la afición hacia su equipo (¿cuántos
puntos habrá conseguido la hinchada en San Mamés?).
Pero los tiempos cambian. Estamos en un
mundo globalizado donde la movilidad de las personas ha aumentado
exponencialmente. Y si queremos que nuestra sociedad progrese, obligatoriamente tendrá que ser abierta e integradora.
Sería
maravilloso que premios Nobel, profesionales cualificados, grandes
investigadores o empresas punteras quisieran establecer su vida y actividad en
Euskadi porque encuentran las condiciones ideales
para desarrollar su trabajo (además de ser un lugar precioso en donde se come
muy bien). El nivel de progreso y de bienestar de nuestra sociedad subiría
espectacularmente.
Y el Athletic
no puede ser ajeno a esa sociedad a la que pertenece. Más aún después de haber sido uno de los pocos
lugares de unión y encuentro en un país muy dividido por cuestiones políticas.
Está muy bien ser un club único en el mundo. Hay que reforzar esa apuesta. Sin embargo, el modelo está incompleto mientras no se termine de definir un proyecto para la institución: una visión, una misión y unos valores,
entre los que tiene que estar el fair-play,
la honradez o el compromiso con el desarrollo integral de las personas que
forman parte de la entidad, pero también la ambición de conseguir los mayores logros en las competiciones en
las que se participe (sin renunciar a nada). El modelo está incompleto porque
los proyectos suponen compromiso, y
ciertos compromisos dan pavor, sobre
todo a los mediocres.
Yo abriría la posibilidad de jugar en el
club a jugadores como Xavi, cuya trayectoria brillante no tiene discusión. Esta
nueva vía no está exenta de riesgos,
y a veces nos equivocaremos. Pero no tengo ninguna duda de que el beneficio para el club y para la
sociedad vasca sería infinitamente mayor.
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