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lunes, 2 de febrero de 2015

Del Camp Nou a La Victoria


Camp Nou
Aunque viniendo de una merengona resulte extraño hablar de esto, hoy quiero diseminar lo que fueron los inicios del Camp Nou, el estadio de fútbol más grande de Europa y el quinto mayor del Mundo. Actualmente tiene una capacidad de 99.354 espectadores, aunque cuando se inauguró su aforo era para 93.053 y durante el mundial de España 82 esta cifra llegó hasta la friolera de 120.000 espectadores. Obviamente este artículo no lo hago por amor a los colores blaugrana, sino al más puro e inmaculado blanco, y lo entenderéis inmediatamente.

El Camp Nou, cuya primera piedra se puso el 28 de marzo de 1954 se inauguró el día de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona. Así que un 24 de septiembre de 1957 tuvo lugar su primer partido, que enfrentó a los blaugrana con el Legia Warszawa. El primer gol que se vio fue del Barça y lo marcó el paraguayo Eulogio Martínez, quien aunque para muchos pueda ser un completo desconocido, es uno de los grandes de la historia culé. Estuvo seis temporadas en el club, siendo el máximo goleador de su equipo en tres de ellas con 168 goles en 225 partidos y ganando además dos Ligas, dos Copas de España y dos Copas de ferias.

Pero aquí viene mi pequeño homenaje al blanco y a mi tierra. El equipo que junto al Barcelona inauguró este gran estadio en partido oficial fue el Real Jaén en la segunda jornada de liga, el 6 de octubre de 1957. Si bien es cierto que los blaugranas ganaron por 6 a 1, estoy segura de que Sara, que marcó el gol del honor para los andaluces en el minuto 68, nunca olvidará la sensación de jugar en un campo así e intentar plantar cara a todo un gigante como el Fútbol Club Barcelona.

Estadio La Victoria (Jaén)
El Real Jaén es todo un histórico del fútbol español que ha estado tres temporadas en Primera División y ocupa la posición 51 con 73 puntos conseguidos en ésta. Últimamente no se encuentra en su mejor momento tras descender in extremis la pasada temporada a Segunda B en el último partido de liga, y hace unos años estuvo a punto de desaparecer como tantos otros históricos debido a su grave situación económica. Desde aquí quiero barrer para casa y declarar mi amor al blanco, a La Victoria y a todos los aficionados que van jornada tras jornadas a dicho estadio a proclamar su Orgullo Lagarto a los cuatro vientos. ¡Volveremos!

@eeeespe

domingo, 1 de febrero de 2015

¡Qué bueno que estés tan loco, Abreu!


El “loco” Abreu, ese jugador que para alguna gente es conocido por fallar un gol a puerta vacía cuando jugaba en San Lorenzo después de un tropezón, pero para los que nos “bebemos” horas y horas de fútbol le consideramos como un matador del área que golea allá por donde juega.

No me explico por qué Irureta no le dio la oportunidad en el Deportivo de la Coruña, aunque fuera como segunda opción en la delantera, cuando el uruguayo anotaba numerosos goles cada temporada que salía cedido. De las pocas cosas suyas que podemos recordar en el Depor fueron sus grandes actuaciones ante Real Madrid y Barcelona y su repentino desplome en un aburrido Mallorca-Depor, en el cual en los minutos finales del encuentro decidió irse al suelo de manera fulminante, sin ningún contrario al lado. Se fue en camilla como si estuviese en la playa y lanzando besos a la grada del Lluis Sitjar, el antiguo campo del Mallorca. Tan solo fue una de sus locuras.

Ha goleado por España, Argentina, Brasil, Grecia, México, Uruguay e incluso Israel, vamos que está hecho todo un trotamundos. Pero hablemos de sus locuras; era jugador de baloncesto, pero una noche estando en la Sub-17 uruguaya, salió y llegó tarde, por lo que le echaron. Un día más tarde llegaba a la convocatoria de Uruguay Sub-17, pero de fútbol, y en su debut metió dos goles y daba otras tantas asistencias, convirtiéndose en estrella. El mismo descubría un día en una entrevista que le llamaban “loco” porque en San Lorenzo entraba siempre en el vestuario con la música alta, haciendo bromas y aportando alegría, pero seamos sinceros, el mote le venía perfecto.

Podía raparse la cabeza, o teñirse de rubio o pelirrojo según como se levantaba, tan capaz era de regatearse a todo el Deportivo de la Coruña, en un partido que jugó con el América de México estando cedido por los gallegos, para luego acabar tirándola al palo, como de clasificar a Uruguay a semifinales en el Mundial de 2010 tirando el penalti decisivo a lo Panenka. Durante una época le dio por celebrar los goles poniéndose máscaras, la más célebre fue una siniestra calavera.

Enamorado del “13”, lo lleva siempre que puede. Cuando recaló en la Real Sociedad como era número de portero, cogió el “18” y le hizo una raya en medio para que el “8” pareciera un “3”. Y hablando de camisetas, aunque juegue a cuarenta grados siempre lleva debajo una camiseta de su padre, que él ha personalizado con fotos y escudos. Otra anécdota graciosa es que a veces cuando va a rematar un córner entra al área gritando “¡Llega el tsunami del área!”, para que a sus rivales les entre la risa y se distraigan para poder rematar mejor.

En diciembre de 2002 tuvo un accidente con su camioneta por culpa de un charco en el que falleció su mejor amigo y llamó a su hijo Fernando en su honor. Asegura que el accidente le hizo más fuerte y aprendió a valorar lo que importa en la vida.

Artículo escrito por: @VictorDebate

Los renglones torcidos del fútbol


Cambiaré un poco el título de uno de los mejores libros jamás escritos para poder introducir la historia de un hombre que pudo llegar a hacer magia, pero se quedo a las puertas del codiciado Olimpo del fútbol. Y es que este hombre es uno más de los diferentes renglones torcidos del fútbol.

Estos “renglones” abarcan muchísimos tipos de futbolistas: algunos nunca llegan a la élite simplemente por falta de talento, otros por falta de espíritu, falta de continuidad… Pero este en concreto nunca llegó porque le falló el instrumento más importante que tenemos todos los seres humanos: el cerebro.

La historia de Sebastian Deisler comienza como comienzan las carreras de todos los futbolistas que ahora idolatramos (a no ser que veamos una película de alto presupuesto en Hollywood, la cual nos contará que un futbolista se convirtió en héroe por arte de magia).

Nació un 5 de enero en el año 1980 en una pequeña localidad de Alemania. Sebastian comenzó a jugar con tan solo seis años en el FV Tumringen y con una edad un poco más avanzada en el FV Lörrach, ambos equipos locales. Pronto, cuando Deisler alcanzó los 15 años de edad, los ojeadores del  Borussia Mönchengladbach pusieron sus miras en el joven interior alemán.

Como era de esperar, Sebastian fue fichado por el Borussia y pasó cuatro grandes años en su cantera, hasta que en la temporada 98-99 tuvo la gran oportunidad de saltar al primer equipo, cuajando una excelente temporada en la que jugó 17 encuentros y perforó la red en una ocasión. Como curiosidad, en aquel Borussia compartió equipo con Enke,  quien fuera portero del Barça. Con quien compartiría, para su desgracia, la misma enfermedad, la cual se dice que pudo acabar con la vida del portero: una grave depresión. Pero no avancemos acontecimientos, la “leyenda” nacía y el jovencito Deisler era considerado el niño de oro alemán.

El Borussia, a pesar de todo, descendió a la segunda división y fue entonces cuando el Hertha de Berlín aprovechó la oportunidad para hacerse con los servicios del jugador de la región de Friburgo. Todo iba para arriba. Jugaría en Berlín, una gran ciudad y jugaría Champions League, un salto de calidad importantísimo. Y es aquí, justo aquí, cuando comenzó la pesadilla para Sebastian.

El cerebro, del que os hablaba antes, comenzaba a fallar, y psicólogos especulaban sobre el mal rendimiento que podría dar debido al salto de una pequeña localidad de apenas 49.000 habitantes a una gran urbe de casi 4 millones de ciudadanos. Decían que no estaba preparado para ese cambio tan brusco y que podría afectarle, pero no le dio tiempo…

Deisler sufrió una rotura del tan temido por los futbolistas, ligamento cruzado. La primera de muchas lesiones y la primera de otras tantas operaciones. A pesar de eso, Deisler demostró un gran aplomo al hacer la recuperación entera y ganarse la titularidad arrebatándosela a Dariusz Wosz. Tan espectacular fue su segunda parte de la temporada que fue convocado para la selección alemana y así, disputó la Eurocopa del 2000 en la que no hizo mal papel. Jugó la temporada siguiente entera y sin incidentes, consolidándose como la  gran promesa del fútbol alemán, epíteto del que nunca saldría: promesa.

En su tercera temporada en el Hertha, sufrió otra lesión gravísima de rodilla y no pudo disputar ni un solo partido de la temporada 2001/02. Al finalizar esa temporada, se sometió a una nueva operación de rodilla, y el Bayern hizo un movimiento que algunos medios tildaron de “locura”: ficharon por 9 millones de euros (20 millones de marcos, muchísimo para la época de la que hablamos) a un ya veinteañero Sebastian Deisler.

Con este salto de calidad, la prensa se le echó encima con diferentes motivos: ya estaba en un grande, la gran promesa, todo el mundo le esperaba, no podía volver a lesionarse, decepcionaría a todo un país… Y fue aquí cuando, definitivamente, el instrumento del que hablaba al principio del artículo, se rompió. Deisler no pudo soportar aquella presión. Volvió a lesionarse y en la Navidad de 2003 toco el fondo más absoluto: fue internado en el Max-Planck-Institut de Munich, un sanatorio mental, para poder tratar su fuerte depresión nerviosa.

Sin prisa pero sin pausa fue avanzando. Poco a poco. A los dos meses salió del sanatorio, pero el cerebro no llegó a recuperarse realmente, lo que repercutió en su forma física. Nunca estuvo bien ni mental ni físicamente. El diario alemán Bild le apodó “Dalai Deisler” a su salida del sanatorio, ya que para apoyarse en su recuperación ingresó en una secta budista, quienes incluso fueron a visitarle a algún entrenamiento. El Bayern llegó a contratar espías para que no fuera más allá en aquella secta y no le afectara a nivel de juego.

Su vida sufrió un giro cuando Michael Ballack abandonó el Bayern, ya que tuvo que hacerse cargo del mediocentro durante dos temporadas enteras, llegando a recuperar un gran nivel y siendo convocado para la Copa Confederaciones de 2005 por la selección alemana. Su rodilla acabó definitivamente con su carrera deportiva y en el año 2006 tuvo otra grave lesión. Al recuperarse, no podía más (llegó a pensar en el suicidio según sus psicólogos) y decidió abandonar el fútbol definitivamente a la edad de 27 años.

Esta es la historia de uno de los numerosos renglones torcidos del fútbol que nos demuestra, ni más ni menos, que los futbolistas son personas, como todos nosotros, y que cuando el cerebro de uno de estos privilegiados dice “hasta aquí” no hay nada que pueda evitarlo.

Actualmente Sebastian Deisler es feliz, y regenta una tienda de productos del Nepal y del Himalaya en su ciudad natal, después de escribir su autobiografía y sacarse un buen dinero con ello.

El fútbol no son solo horas y horas de gimnasio. El fútbol no son solo 11 tíos dándole patadas una pelotita. El fútbol no son solo 50.000 personas cantando en una gran estructura con un césped rectangular en el centro. El fútbol es vida. Y no todos están preparados para llevar una vida así.

Artículo escrito por: @AlejandroJabad