miércoles, 1 de abril de 2015

Anarchy in the UK


Inglaterra, finales de los 70. Crisis económica. Paro. Aburrimiento. Estallido del punk. Este podría ser, a la larga, un resumen de aquella década que pasaría a los anales de la historia de la música. Su evolución como género (y su evolución social) han estado siempre ligadas al mundo del fútbol. Desde la comunión en los estadios como un pasatiempo hasta el auge del movimiento hooligan.

En la Inglaterra de finales de 1976, que veía al Liverpool preparar su asalto a la máxima competición europea y donde Brian Clough estaba cerca de ascender al Nottingham Forest, algo olía a podrido. Aquella Inglaterra de finales de 1976, que veía como languidecía la figura de George Best en segunda vistiendo la elástica del Fulham, alardeaba de educación y buen gusto. Aquella Inglaterra de finales de 1976 no estaba preparada para lo que se le venía encima.

El 1 de diciembre en aquella Inglaterra de finales de 1976 algo iba a cambiar.

Quizá Steve Jones, Johnny Rotten, Paul Cook y Glen Matlock (sustituido más tarde por Sid Vicious) no sabían la que estaban a punto de liar. Quizá el único que parecía tenerlo todo bien claro era Malcolm McLaren, mánager de la banda.

A los Sex Pistols les hizo falta el single “Anarchy in the UK” (más tarde el “God Save the Queen“, que levantó más ampollas todavía) y un shit y un fuck en el programa Today de Bill Grundy para adquirir la categoría de enemigo público número uno de Inglaterra.

Aunque las primeras bandas de punk no hacían referencia al fútbol y parecían totalmente ajenas a ese deporte, lo cierto es que en mayor o menor medida, la mayor parte de ellos estaban (y estuvieron) relacionados con el mundo del balompié. Musicalmente sus letras se basaban en la política, en la destrucción del orden establecido, en el famoso “No Future“, en el sexo y en las drogas. Socialmente, por el contexto en el que nace el movimiento, el deporte rey terminaría siendo uno de los espacios comunes del punk y de algunas subculturas que habían nacido a finales de los 60, entre ellas el movimiento skin, que terminarían confluyendo de una u otra forma en el oi! musicalmente hablando y en el estallido definitivo del movimiento hooligan de principios de los 80 (ya existía anteriormente). En su biografía John Lydon (más conocido como Johnny Rotten) escribió: “la música, el hooliganismo del fútbol y el boxeo fueron las válvulas de escape de la clase obrera“.

Ciertamente Johnny Rotten era un asiduo a Highbury como hincha del Arsenal, donde acudía acompañado de su amigo Rambo, hooligan de los gunners. Allí, muchos de los jóvenes pertenecientes a las principales subculturas de la sociedad inglesa cantaban y animaban y, por supuesto, protagonizaban verdaderas batallas campales. Antes, durante y después del partido. Una de las anécdotas que recuerda Rotten es la de la vestimenta de la mayoría de los hinchas afiliados al movimiento punk o skin, relacionada con el estreno de la película de Stanley Kubrick “La Naranja Mecánica”. Los monos y bombines blancos a imagen y semejanza de los protagonistas del film se habían convertido en una moda y eran la vestimenta elegida para los partidos en Highbury contra el Tottenham.

Descendientes de los mods (jóvenes de clase media, de vestimenta elegante y gusto por el blues, el soul y el jazz) y de los rude boys (jamaicanos de clase obrera muy similares a los mods y que también escuchaban ska y reggae), a finales de los 60 habían nacido en Inglaterra los skinheads. De clase obrera, con botas, pantalones vaqueros, tirantes y cabeza totalmente rapada, los skinheads enarbolaron la bandera de la patria, la clase trabajadora, la lealtad, el compañerismo y, también, el gusto por el fútbol. La mayoría de los skinheads engrosaron las filas de lo que se dio en llamar movimiento hooligan (término cuyo origen sigue sin estar muy claro), sobre todo a raíz del Mundial de 1966 que ganaría la Inglaterra de Bobby Charlton, Bobby Moore, Roger Hunt o Gordon Banks.

Sin ideología política definida (muchos de ellos eran patriotas ingleses pero no por ello racistas), los skinheads comenzaron una evolución con el estallido del punk a finales de los 70. Musicalmente nació el oi! (conocido también como street punk), etiqueta surgida a raíz del grito al inicio de sus canciones de Stinky Turner, vocalista de los Cockney Rejects (los cuales versionarían el famoso “I’m Forever Blowing Bubbles” del West Ham).

La mezcla entre skins y punks y la fuerza que fueron tomando organizaciones fascistas como el National Front o el British Movement (auspiciados por la grave crisis económica que vivía el país) comenzaron a agitar la evolución de las subculturas. Elementos particularmente violentos eran el blanco fácil para este tipo de organizaciones que se encargaron de reclutar principalmente a skins (que pasaron a ser conocidos como neonazis) y a punks en menor medida. La agitación de conciencias y el crecimiento del sentimiento xenófobo y nacional-socialista, sería un peligroso caldo de cultivo para grupos hooligans o las famosas Firms de algunos equipos, algunas de las cuales pasaron rapidamente a ideologizarse de una manera bastante peligrosa.

El hooliganismo no era nada nuevo. Algunas de las Firms más famosas ya tenían un amplio historial a finales de los años 70. La grave crisis económica llevó la tensión de la rutina del día a día del trabajo a los estadios de fútbol. Por ejemplo, una de las huelgas generales del sector de la metalurgia de en los años 60, derivó en un eterno enfrentamiento entre dos aficiones: los obreros del sector del metal (seguidores del West Ham) y los obreros de la zona de estibadores (hinchas del Millwall). La entrada de nuevos elementos y la evolución de una subcultura que se había hecho muy fuerte en Inglaterra ayudaron a avivar el caos.

@alv_var

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