miércoles, 29 de abril de 2015

Intensidad y pausa







Hay una serie de lugares comunes cuando solemos describir las virtudes (o carencias) de un equipo o un jugador de fútbol de base sobre los que valdría un poco la pena reflexionar. Uno es el concepto intensidad. La mayoría de las veces que lo he oído utilizar equivale a la invocación de una especie de tótem, de bálsamo milagroso, de lubricante imprescindible para hacer funcionar la maquinaria del equipo.

Es evidente que en la práctica del deporte, de equipo o individual, se requiere un gasto de energía adecuada para lograr nuestros objetivos y para contrarrestar al rival. Pero es un elemento más. Darle una preponderancia exagerada en la etapa formativa puede llegar a ser contraproducente para la mejora y el rendimiento de los deportistas. Primero porque se puede observar que hay quien convierte la intensidad en una definición-contenedor en la que se mezclan diversos factores vinculados a las capacidades físicas, pero también a aspectos de carácter o de maduración de los jóvenes deportistas. Este revoltijo de factores tan variados como son la fuerza, la velocidad (ya sea de desplazamiento o de ejecución), la motivación, la constancia, la pillería, etc., puestos todos en el mismo saco, puede provocar que algunos jugadores con talento, pero que no responden a la intensidad exigida por un aspecto madurativo o de talante, se sientan poco motivados para seguir en el grupo y, a la larga, abandonen la práctica del deporte.

Otro problema que puede generar una malentendida aplicación del concepto intensidad es que acabe derivando en una precipitación del equipo cuando tengamos la posesión del balón, tanto en cuanto a escoger la mejor línea de pase, como en la ejecución del gesto técnico, entre otros aspectos... Esto nos puede llevar a tener un grupo de jugadores que no saben aplicar el tempo necesario que reclama el juego en función del resultado, la zona del campo donde nos encontramos o el minuto del partido. En este caso, tendremos unos jugadores poco versátiles, acostumbrados a jugar siempre con la quinta marcha puesta, a piñón fijo, incapaces de hacer la pausa necesaria, especialmente en la zona de inicio y de creación. El concepto pausa es otro sobre el que habría que reflexionar. Al contrario que de la intensidad, he oído hablar, haciendo referencia al fútbol de base, como sinónimo de lentitud, de negatividad, de déficit del jugador, cuando no es más que la expresión del ritmo interno de un deportista que se para a contemplar todas las opciones, procesa la información y tomar la mejor decisión. Y estos jugadores no tienen precio, aunque la mayoría de las veces se les penalice más cuando pierden un balón que a los compañeros que lo hacen por una malentendida intensidad.


@martíayats

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