miércoles, 29 de abril de 2015

Irán, triunfo deportivo y derrota moral

Foto: Fourfourtwo.com

Concebida como la gran fiesta del fútbol internacional, la Copa Mundial de la FIFA ha ido variando su cupo de participantes en los últimos años. Así, mientras en 1994 todavía se luchaba por alcanzar una de las 24 plazas disponibles en la fase final, dos décadas después el cupo había crecido hasta 32, en una decisión que, al margen de completar este gran menú futbolístico, supone una pequeña democratización de este deporte, abriendo la puerta a selecciones que, históricamente, apenas habían podido gozar de esta experiencia.

Dentro de ese grupo podría incluirse al combinado de Irán. Hasta 1998, el bagaje de la selección persa en este torneo se reducía a su paso fugaz por Argentina '78. Encuadrada en el grupo 4, sólo pudo arañar un empate en los tres partidos disputados, tras firmar las tablas con Escocia en la segunda jornada. Tanto Holanda como Perú (3-0 y 4-1) dieron buena cuenta del equipo asiático, cuyos aficionados debieron esperar 20 años para ver a su selección en otra cita mundialista.

En Francia '98, Irán aparecía como una de las selecciones más exóticas, aunque su papel no se limitó a ser un convidado de piedra. El cuadro asiático dio mucho de qué hablar, tanto fuera como dentro del terreno de juego. Comandados por Jalal Talebi, los 22 convocados competían principalmente en el torneo local, con destacada presencia de jugadores del Persepolis. Sin embargo, quienes estaban llamados a marcar las diferencias eran tres futbolistas que se ganaban la vida en una Bundesliga que aún carecía del glamour actual. Bagheri, Ali Daei y Azizi eran los únicos nombres que el gran público podía reconocer entre una lista de nombres desconocidos y casi impronunciables.

A pesar de este contexto, el 14 de junio de 1998, Saint-Etienne iba a ser testigo de que Irán no había ido de vacaciones. Yugoslavia, que apuraba su último torneo bajo esa denominación, sufrió más de lo esperado para ganar el partido inaugural, por más que en su alineación aparecieran jugadores de la talla de Jugovic, Mijatovic o Milosevic. A poco más de cuarto de hora para el final, el marcador registraba un sorprendente 0-0. En el minuto 73 tuvo que ser una acción a balón parado la que decantase el encuentro. Mihajlovic sacó a relucir el cañón de su pierna izquierda para deshacer la igualdad.


Sin embargo, Irán iba a ser noticia pocos días después por motivos bien distintos. Durante su concentración en tierras galas, la cadena francesa M6 tuvo la 'brillante' idea de emitir la película 'No sin mi hija', un filme basado en el 'best-seller' que relata la historia de Betty Mahmoody, recluida contra su voluntad en Teherán durante dos años. La Federación Iraní tomó este detalle como una afrenta y amenazó con retirarse del torneo. Finalmente, la sangre no llegó al río, gracias, sobre todo, a la ágil respuesta de la FIFA, en la que pedía disculpas al combinado persa, recordando que M6 era "un canal privado" y que no pertenecía al grupo que tenía los derechos televisivos del Mundial.

Tras el incidente extradeportivo, Irán volvía a ser objeto de todas las miradas, aunque en esta ocasión por un motivo bien diferente. En el marco de la segunda jornada, se vería las caras con Estados Unidos, un país con el que mantenía unas complicadas relaciones diplomáticas. Pero el fútbol sirvió, una vez más, para llegar a puntos donde la política no lo hace, con una foto de familia entre los jugadores que dio la vuelta al mundo. Irán ganó el choque por 2-1, mandando a los norteamericanos a casa a las primeras de cambio, tomándose cierta revancha sobre el terreno de juego de Gerland y dando a conocer a un futbolista que acabaría haciendo carrera, cómo no, en Alemania: Mehdi Mahdavikia. El segundo gol, con tintes maradonianos, llevó su firma.


Con 4 puntos en su casillero, Irán buscaría otra campanada en la tercera jornada, sabiendo que debía buscar una carambola casi imposible: ganar a la todopoderosa Alemania y esperar a que la ya eliminada Estados Unidos no perdiera ante Yugoslavia. Finalmente, ninguno de estos dos supuestos se cumplió e Irán hizo las maletas con la moral deportiva reforzada, pero con la religiosa un poco dañada por la dichosa película. Al menos en esta ocasión, el fútbol tuvo más fuerza que cualquier creencia dogmática.

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