viernes, 10 de abril de 2015

Puskás significa 'escopeta' en magiar



Un sol de justicia cae sobre Budapest a pesar de ser noviembre. Al mismo tiempo cae también sobre una cama del hospital de Budapest la mano inerte de Ferenc Puskás que un día fue Purczeld. Elisabet, su esposa, solloza y se abraza a Anke que llora por la pérdida de su padre a pocos metros del Estadio Nacional de Hungría que años más tarde portaría su nombre en la fachada con letras de oro.

Ha fallecido Ferenc Puskás, aquel con nombre de premio. Aquel que fue el máximo goleador del siglo XX. Una neumonía sería la encargada de poner fin a 79 años de vida de una de las figuras más relevantes de la historia del fútbol. Una neumonía que escribía ese punto y final acompañada de un Alzheimer presente en la vida del hispanohúngaro en sus últimos años. Enfermedad que le impedía acordarse de que fue él el que protagonizó el mejor partido de la historia de clubs con aquel 7 a 3 del Real Madrid frente al Eintracht Frankfurt en 1960. Fue él el que anotó 4 de los tantos blancos en un encuentro que se retransmite año tras año en la BBC británica cuando llega la Navidad a modo de regalo para las retinas.

La vida de Ferenc Puskás habla de muchas cosas. Habla de un madurito rechoncho que no pudo jugar en su juventud en su Hungría natal por haber renunciado al comunismo instaurado en el país pero que combinaba sus imparables arrancadas con su habilidad con la zurda y sus acertados pases a extremos como Paco Gento. Pero la vida de Cañoncito Pum no se calla aquí. Nos habla además de un coronel que fue un desastroso comerciante: perdió un bazar en Budapest por regalar más ollas de las que vendía y quebró una fábrica de salchichas en Madrid porque casi nadie le pagaba.

El de los tripletes. El que provocó que la familia madridista viera a Santiago Bernabéu como un loco al traerse a Pancho Puskás, que daba dinero a sus compañeros exiliados porque era “un poco tonto” y cuyo corazón era “tan grande como su panza”. En unos tiempos sin televisión y en los cuales la palabra globalización sonaba a ciencia ficción, vivió Ferenc Puskás, aquel que llevó a la selección húngara a lo más alto y que recibía cartas de todo el mundo sólo con que se pusiera su nombre en el sobre. Un fracaso como comunista pero que como futbolista era de los buenos.

Artículo escrito por: @claras26

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